La imagen muestra una ilustración con tres personas usando tecnología, acompañada del texto: "Cuando la tecnología no te ve: el lado invisible de la accesibilidad". A la izquierda, un hombre en silla de ruedas utiliza un teléfono móvil. En el centro, una mujer con bastón blanco y gafas oscuras, representando discapacidad visual, camina. A la derecha, un hombre escucha con auriculares y usa una tableta frente a un monitor. En la esquina superior derecha hay un símbolo internacional de accesibilidad. El fondo es azul.
A veces la tecnología no te ve.
No porque falten pantallas o avances, sino porque falta mirar de verdad a las personas que estamos detrás de esos dispositivos.
En mi entorno más cercano, cuando cuento que estudio, que trabajo con ordenadores o que desarrollo proyectos digitales, aún hay quien se sorprende.
Y no lo hacen por mal —simplemente no se lo imaginan.
Todavía hoy, muchas personas piensan que una persona ciega no puede programar, estudiar online o desenvolverse con soltura en la tecnología.
Esa es la parte invisible de la accesibilidad: la que no se nota hasta que alguien te la muestra.
Cada día, miles de personas con discapacidad visual utilizamos herramientas adaptadas que nos permiten leer, escribir, comunicarnos, estudiar y trabajar.
Gracias a los lectores de pantalla, los atajos de teclado, las aplicaciones accesibles y los programas bien diseñados, podemos hacer prácticamente de todo.
Pero la accesibilidad digital no consiste solo en usar tecnología asistiva; también depende de cómo se crean las cosas.
Cuando una web, un documento o una app no están diseñados pensando en todos, dejan fuera a una parte de la sociedad.
Esa exclusión no se ve, no hace ruido… pero duele igual.
Las barreras más difíciles de superar no siempre son físicas.
Muchas veces son tecnológicas, culturales o mentales.
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Formularios sin etiquetas que un lector de pantalla no puede leer.
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PDFs con imágenes sin texto alternativo.
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Plataformas educativas inaccesibles.
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O incluso la idea, tan extendida, de que una persona con discapacidad no puede desenvolverse con independencia digital.
Estas son las barreras que más pesan, porque no se ven.
Y sin embargo, están ahí cada vez que la tecnología no está pensada para todos.
Romper esas barreras empieza por cambiar la mirada.
No se trata de ver “la discapacidad”, sino la capacidad.
Las personas ciegas —como tantos otros colectivos— usamos la tecnología de forma activa: estudiamos, trabajamos, creamos contenido, lideramos proyectos y aportamos innovación.
Lo hacemos con esfuerzo, con adaptación, con ganas de demostrar que la accesibilidad no es un límite, sino una oportunidad.
Cada avance accesible que una empresa, una institución o un desarrollador implementa mejora la experiencia para todos, no solo para quienes tenemos una discapacidad.
En mi caso, la tecnología ha sido una aliada, una ventana al mundo.
No solo me ha permitido aprender y trabajar, sino también mostrar que la inclusión no se predica: se practica.
Ser invisible a veces duele, pero también motiva.
Motiva a levantar la voz, a compartir, a explicar cómo funcionan las cosas desde dentro.
Y, sobre todo, a demostrar con hechos que las barreras se rompen desde el conocimiento y la empatía.
La próxima vez que uses una web, un documento o una aplicación, piensa un momento:
¿podría usarla una persona que no ve? ¿o que no oye? ¿o que no puede usar el ratón?
Si la respuesta es “sí”, entonces estás contribuyendo a un mundo más justo.
Y si la respuesta es “aún no”, ahí empieza el cambio.
Porque la verdadera innovación no está en la tecnología, sino en cómo decidimos hacerla accesible para todos.
Texto de Alicia Peñalba – Digitalización sin Barreras#Accesibilidad #Inclusión #Tecnología #Reflexión #DigitalizaciónSinBarreras

Que gran verdad Alicia, abrir la mirada que no solo es con los ojos sino con la mente , entender y aceptar a los demas con igualdad y empatía. Nunca te conformes ni dejes de luchar 👍🏼
ResponderEliminarmuchas grácias ! seguimos !
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